Que no me falte

Que no me falte el amor para dar
Ni el gesto honesto de la compasión
Que no me falte serenidad dentro de la tormenta
Que no me falten las ganas de vivir
Que no me falte el deseo de seguir
Que no me falte el fuego para quemar lo que me quiere matar
Que no me falte alguien que hable el mismo idioma
Que no me falte el amigo incondicional
Que no me falte la pérdida para valorar lo que gané
Que no me falte el perdón para seguir
Que no me falte el respiro profundo antes de soltar
Que no me falte la inocencia de la ilusión
Que no me falte el hilo para coser lo que esté roto
Que no me falte la elevación para entender lo que no puedo.

Que no me falte yo, a quien soy, ni a quien quiero ser nunca. Porque soy lo único que tengo.
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Las Llaves

Son las 7.00 am. Suena la alarma, me despierto aun con el mal recuerdo de una pesadilla que tuve, me levanto, me preparo, tomo agua, unos minutos después me tomo una taza de café, tomar café ayuda a reflexionar y a poner en orden las ideas, no es una característica de la bebida, es algo que le he atribuido tras largos años de abuso :D
Tengo esta lista mental de cosas que hacer, y una lista física por si acaso olvido alguna. Preparo todo lo que debo y comienzo a arreglarme para salir.
Alisto mi bolso y comienzo el checklist mental:

  • Agua
  • Bolígrafo
  • Monedero (pasajes y cédula incluida)
  • Lentes
  • Papel o bloc de notas
  • Celular inteligente
  • Celular análogo
  • Cargador
  • Audífonos
  • Documentos

Bueno, ya estoy lista, determinada a hacer esas diligencias pendientes me dirijo a la puerta del apartamento donde vivo,  de repente a ver la cerradura recordé: ahh, las llaves.
Las busco en el bolso; no las encuentro, abro el monedero; no las encuentro, de repente, siento en mi cuerpo esta fría reacción de desesperación, me regreso, busco las llaves en mis gavetas, mi escritorio, mi ropa, con el mismo resultado decepcionante que cuando Ricky Rickon buscaba a su papá por GPS: las llaves no aparecen.
Era la única en la casa, y así fui saqueando el cuarto, la sala, la cocina sin resultado alguno, ya se había pasado más de una hora sin forma de salir, cuando obstinada me tiré al mueble viendo al techo: Nojoda ya no salgo. De repente, me moví y escuché un tintineo familiar, estiré la mano debajo del cojín ahí estaban, un objeto inanimado casi en tono burlón.
Malayas llaves...

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