Son las 7.00 am. Suena la alarma, me despierto aun con el mal recuerdo de una pesadilla que tuve, me levanto, me preparo, tomo agua, unos minutos después me tomo una taza de café, tomar café ayuda a reflexionar y a poner en orden las ideas, no es una característica de la bebida, es algo que le he atribuido tras largos años de abuso :D
Tengo esta lista mental de cosas que hacer, y una lista física por si acaso olvido alguna. Preparo todo lo que debo y comienzo a arreglarme para salir.
Alisto mi bolso y comienzo el checklist mental:
Bueno, ya estoy lista, determinada a hacer esas diligencias pendientes me dirijo a la puerta del apartamento donde vivo, de repente a ver la cerradura recordé: ahh, las llaves.
Las busco en el bolso; no las encuentro, abro el monedero; no las encuentro, de repente, siento en mi cuerpo esta fría reacción de desesperación, me regreso, busco las llaves en mis gavetas, mi escritorio, mi ropa, con el mismo resultado decepcionante que cuando Ricky Rickon buscaba a su papá por GPS: las llaves no aparecen.
Era la única en la casa, y así fui saqueando el cuarto, la sala, la cocina sin resultado alguno, ya se había pasado más de una hora sin forma de salir, cuando obstinada me tiré al mueble viendo al techo: Nojoda ya no salgo. De repente, me moví y escuché un tintineo familiar, estiré la mano debajo del cojín ahí estaban, un objeto inanimado casi en tono burlón.
Malayas llaves...
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Tengo esta lista mental de cosas que hacer, y una lista física por si acaso olvido alguna. Preparo todo lo que debo y comienzo a arreglarme para salir.
Alisto mi bolso y comienzo el checklist mental:
- Agua
- Bolígrafo
- Monedero (pasajes y cédula incluida)
- Lentes
- Papel o bloc de notas
- Celular inteligente
- Celular análogo
- Cargador
- Audífonos
- Documentos
Bueno, ya estoy lista, determinada a hacer esas diligencias pendientes me dirijo a la puerta del apartamento donde vivo, de repente a ver la cerradura recordé: ahh, las llaves.
Las busco en el bolso; no las encuentro, abro el monedero; no las encuentro, de repente, siento en mi cuerpo esta fría reacción de desesperación, me regreso, busco las llaves en mis gavetas, mi escritorio, mi ropa, con el mismo resultado decepcionante que cuando Ricky Rickon buscaba a su papá por GPS: las llaves no aparecen.
Era la única en la casa, y así fui saqueando el cuarto, la sala, la cocina sin resultado alguno, ya se había pasado más de una hora sin forma de salir, cuando obstinada me tiré al mueble viendo al techo: Nojoda ya no salgo. De repente, me moví y escuché un tintineo familiar, estiré la mano debajo del cojín ahí estaban, un objeto inanimado casi en tono burlón.
Malayas llaves...